Nuevo León por la PAZ.
miércoles, 26 de septiembre de 2012
martes, 18 de septiembre de 2012
lunes, 21 de mayo de 2012
Remedio
para calmar el dolor de cabeza
y la
tensión nerviosa
Ingredientes:
•Una taza de agua.
•Tres hojas de
verbena.
•Tres cucharadas de
flores de lavanda.
Preparación:
•Poner a calentar por
10 minutos en un recipiente, la taza de agua con las 3 hojas de verbena y las 3 cucharadas de
flores de lavanda.
• Dejar reposar por 5 minutos.
Modo de empleo y dosis:
Vaciar la infusión en una taza y endulza con miel.
Beber 1 o 2 tazas al día en caso de ser necesario. Si el malestar continúa, acudir al médico.
Remedio
para evitar los calambres musculares
Ingredientes:
•Una cucharadita de
mejorana.
•Una cucharadita de
orégano.
•Medio litro de agua
hervida.
Preparación:
1.En una tetera, colocar 1
cucharadita de mejorana y 1 cucharadita de orégano.
2. Agregar 1/2 litro de
agua hirviendo.
3.Tapar y dejar en infusión
por 20 minutos.
Modo de empleo y dosis:
Colar, servir y tomar
caliente. Si le sobra esta infusión, dejar que se enfríe y refrigerar, calentando la porción que vaya a beber. Se recomienda incorporar
plátanos en su dieta semanal, ya que el consumo de minerales de las frutas,
en conjunto con esta infusión, ayudará a
contrarrestar los calambres esos dolorosos
movimientos
musculares involuntarios.
lunes, 12 de marzo de 2012
Cuento popular
La ratona envió a sus ratoncitos a que exploraran el mundo y le contaran sus impresiones. El primero se aventuró a asomarse a la puerta y volvió muy azorado diciendo:
—He visto un monstruo. Tenía grandes orejas, era lanudo, meneaba la cola y decía con voz áspera: “guau, guau”.
—No tengas miedo, no te harán nada esos monstruos.
El segundo salió, llegó al corral y volvió muy inquieto.
—¡He visto un sultán! —dijo—. Se paseaba presumido, alzaba la cresta, cortejaba a su serrallo y decía: “¡quiquiriquí!”
—No temas —dijo la ratona— no se dignarán verte esos presumidos sultanes que sólo se ocupan de cortejar.
—He visto un señor muy bueno: estaba junto al fogón hecho una bola, tenía los ojos cerrados, y rezaba.
—De esos diablos que aparentan que rezan —dijo la madre —, de ésos te has de cuidar.
Rubén M. Campos
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